Fermín Jiménez Landa parte de lenguajes diversos– dibujo, fotografía, instalación o vídeo – para indagar en planteamientos cotidianos que extrae de las rutinas diarias del espacio público y social, básicamente la calle e Internet. Un ilusionismo eufórico carente de todo poder que, desde el uso productivo del absurdo, la precariedad entusiasta (que no ingenua) y la superación de lo normativo, plantea una obra definida por un conceptualismo descreído y bromista que centra su atención en la capacidad de incidencia micropolítica del arte. O, por decirlo de otro modo, su obra fuerza conscientemente lo ridículo bajo la misión paródica y antiheroica de generar fisuras temporales en nuestros ritmos de vida y alterar así aquello que creíamos seguro.
David Armengol
¿Cuál es la idea principal de todo su proceso creativo y/o investigación? ¿Cómo llegó hasta ahí?
No hay una idea específica que recorra mi obra. Hay una actitud más o menos estable hacia la vida y hacia el arte. Hay una visión del mundo como un lugar absurdo y fragmentario y quizá lo que he estado haciendo todos estos años es buscar los vínculos a veces imposibles entre las distintas capas de la vida: lo cotidiano, la física, la política, el humor, la historia, lo minúsculo, el ocio, el trabajo…
Himno nacional, 2011. Acción. Video y fotografías
Cuéntenos sobre su estudio, ¿dónde y cómo trabaja?
Trabajo en cualquier parte. Por el tipo de trabajos que materializo he prescindido del estudio clásico. A veces mi trabajo es hacer un viaje, montar un concierto en el mar, unir dos objetos minúsculos o una gran intervención arquitectónica. Trabajo mucho por proyectos y suelo formalizar ya casi en la sala. O del laboratorio fotográfico directo a la exposición. Mi estudio es mi casa, pero puede ser el sofá, el cuarto de estar o el balcón. Mi estudio son los bares, la cola de la pescadería, un banco de la calle… Trabajo mucho con libretas, con el portátil y con el teléfono. Antes me hacía gracia, ahora me suena demasiado contemporáneo.
Ecuestre, 2015. Mesas en equilibrio y canicas
¿Cuál es su opinión sobre la importancia del diálogo entre científicos y artistas? ¿Por qué es necesario?
El encuentro de lo poético y la investigación científica es un encuentro de maneras de comprender el mundo que puede enriquecer el pensamiento. Mantener un pie en la certeza y la incerteza, en la rigidez y la plasticidad, lo poético y lo exacto, puede provocar conclusiones inesperadas desde el confort de ambas disciplinas. El arte y la ciencia, en realidad, siempre han sido enemigas del confort. En su esencia está el ponerse en duda a sí mismas constantemente y por eso — entre otras cosas — creo que están predispuestas a entenderse.
Salvar el fuego, 2018. Intervención pública y acción
¿Nos podría contar alguna historia de las más memorables sobre creación de sus proyectos?
No tengo ni idea de cuál es mi proyecto más interesante. Es cierto que El Nadador ha tenido más éxito que otros. Se basa en el cuento y película homónima en la que el protagonista, estando en la piscina de unos amigos, se percata de que hay una línea de piscinas de vuelta a su casa y decide regresar nadándolas. Hice un remake, aplicando las nuevas tecnologías de cartografía. Localicé con la vista de satélite todas las piscinas que cruzaban en línea recta España desde la punta Sur hasta la piscina de mis padres, prácticamente en el extremo Norte y crucé España nadando de piscina en piscina, llamando a la puerta de desconocidos y pidiendo que me dejaran entrar a cruzar su piscina. El resultado fue una acción de muchos días documentada en un video, una instalación, dibujos, dos publicaciones, etc..